sábado, 19 de agosto de 2017

CAPITULO 43




Todo Whiterlande estaba revolucionado con la vuelta de Paula.


Cada vez se parecía más a la niñita impecable que era antes de que Pedro Alfonso se cruzara en su camino. La mitad del pueblo estaba feliz de que Doña Perfecta hubiera encontrado a su media naranja, ya que ella y Jorge Guillermo Worthington III, quien era conocido ya por todos como Don Perfecto, eran indiscutiblemente la pareja ideal.


Pero eso era sólo lo que pensaban algunos, ya que la otra mitad de la población de este pequeño pueblo estaba a favor de Pedro Alfonso, el Salvaje.


Estos aburridos lugareños mantenían que, sin las discusiones entre Paula y Pedro, todo sería mucho más tedioso; por lo tanto, si alguien tenía que estar con Paula, que fuera aquel que la hacía ser ella misma y no un clon de la perfección.


Como las discusiones sobre este tema comenzaron a hacer que los vecinos se enemistaran, el jefe de policía lo solucionó de la manera simple en la que siempre habían remediado estas disputas: Zoe limpió el polvo a su vieja pizarra, que llevaba un par de años en el trastero, y la dividió en dos mitades. En una de ellas escribió «Don Perfecto» y en la otra «El Salvaje».


A partir de ese día se admitieron apuestas: ¿Quién se casaría finalmente con la querida Paula? ¿El hombre perfecto o el salvaje apenas domesticado?


—¡Se aceptan apuestas, señores! —gritó Zoe felizmente en su bar, celebrando la pérdida del hastío y la llegada de Doña Perfecta de nuevo a su hogar.



****


Daniel entró en el bar de Zoe a tomar una cerveza y, como pasaba últimamente cada vez que cruzaba esa puerta, todos y cada uno de los ojos que allí había se dirigieron expectantes hacia él. Zoe le sirvió incluso antes de que él pidiera, y los parroquianos volvieron sus asientos hacia él esperando impacientemente a que hablara.


Pedro lo lleva fatal —comentó Daniel señalando los puntos marcados en la pizarra.


—Las apuestas están cinco a uno, y por ahora el Salvaje no ha conseguido ningún tanto —señaló Zoe.


—No, la verdad es que no le va nada bien. Mi hermana no atiende sus llamadas, le devuelve sus regalos y, al mismo tiempo, sigue saliendo con Don Perfecto.


—¿Y qué hace Pedro mientras tanto? Porque hará algo, ¿no?


—Sí, hacer que Jose y yo le acompañemos continuamente a espiar las citas de Paula. En lo que va de mes ha tenido más citas conmigo de las que ha tenido jamás con mi hermana.


—Tal vez con un bonito presente consiga que lo perdone.


—Compitiendo con ese tío es imposible: si Pedro manda un hermoso ramo de flores silvestres, Don Perfecto manda dos docenas de rosas rojas. Que decide regalarle un tierno oso peluche, Don Perfecto envía un peluche de un panda de un metro de alto... y así llevamos todo el mes. Y encima, como Paula sigue furiosa con Pedro, le devuelve todos sus regalos hechos pedazos: las flores las desmenuza, los peluches los apuñala...


—¿Cómo está Pedro? —preguntó Zoe preocupada.


—Pues abatido por los desplantes de Paula y furioso con Don Perfecto. He tenido que convencerlo más de una vez de que no puede secuestrar a ese tío y abandonarlo en el desierto.


—Entonces, ¿por quién apuestas? —indagó interesada en anotar a un nuevo jugador.


—Por Pedro, siempre por Pedro —contestó apoyando a su amigo.


—Pero, por lo que me has dicho, Pedro no puede ganar.


—Me da igual, mi hermana no es un juego y, a pesar de que ese tipo sea Don Perfecto, no veo en sus ojos lo que sí veo en los de Pedro.


—¿Y qué es lo que no ves en Don Perfecto para que no te guste para tu hermana? —se interesó Zoe por el bien de su futuro negocio de apuestas.


—Amor, no veo en su rostro al loco enamorado que veo cada vez que miro a Pedro. Así que, como soy un romántico empedernido, apuesto por el amor, apuesto por Pedro —dejó veinte dólares en la mesa, reafirmando sus palabras—. Además, esta noche vamos a perseguir a Paula en otra de sus citas y Pedro está más decidido que nunca. Le ha comprado hasta un anillo de compromiso por si en algún momento consigue quedarse con ella a solas. Deséame suerte —pidió mientras se disponía a marcharse—, después de todo, es la primera vez que me llevan a un restaurante elegante a cenar para pedir la mano de mi hermana, espero que no acabe pidiéndomela a mí, porque, como esto siga así, Jose y yo vamos a ser los que más citas románticas hayamos compartido con Pedro.


Daniel cerró la puerta del bar tras de sí y ése fue el momento en el que se abrieron las apuestas acerca de quién sería el futuro marido de Doña Perfecta. Al terminar la tarde los números no favorecían para nada al Salvaje, aunque ya se había decidido que finalmente era Daniel quien más citas había tenido con el chico de los Alfonso.





No hay comentarios:

Publicar un comentario