viernes, 18 de agosto de 2017
CAPITULO 39
Días después de conocer a Jorge Guillermo Worthington III, Pedro obligó a sus amigos a acompañarlo al bar de Zoe, donde sentados en la barra disfrutaban de una cerveza a la vez que recopilaban información.
—¡Venga ya! No puede ser tan perfecto —se quejó Daniel porque lo obligaran a escuchar cotilleos de viejas.
—Tú no lo viste, Pedro es un mierdecilla a su lado —señaló Jose a su hermano.
—¡Gracias! —contestó Pedro, irónico.
—No es por ofenderte, pero hay que ser realista: esa lista describe a un hombre imposible que tú nunca llegarás a ser.
—Dibujas fatal… —apuntó Dani.
—Y cantas como el culo —añadió Jose dando un sorbo a su cerveza.
—Tienes un genio de mil demonios y… —continuó Daniel, que fue interrumpido por el gruñido de su amigo.
—Bueno, ¿venís a ayudarme o a hundirme un poquito más en la miseria?
—¡A ayudarte! —repusieron al unísono los hermanos.
—Bien. Quiero que escuchéis los rumores que hay sobre él en el pueblo. A ver si averiguáis que no es tan perfecto como parece, y si cumple todos los requisitos de la puñetera lista —expuso Pedro entregándoles una copia a cada uno.
Dos horas después, Pedro planeaba cómo deshacerse del Worthington III de las narices entre las quejas de sus dos amigos.
—¡Tío, canta en un coro en la Fundación Ayuda para los Niños Desamparados! —contaba Daniel emocionado.
—¡Y dibuja óleos que luego vende en subastas a favor de los pobres! —añadió Jose con alegría.
—Además, el lema de su organización benéfica es “Defender al que no puede”.—Las mujeres del pueblo dicen que es sensible y romántico, y los niños, que les encantan sus regalos.
—¿Le vais a hacer una estatua? —gruñó Pedro a sus amigos, furioso con las cualidades de Don Perfecto.
—Nosotros no, pero el pueblo… —señaló Daniel impasible.
—Lo siento Pedro, pero éste es el hombre de la lista de Paula, lo ha clavado en todo. ¿Qué vas a hacer? —preguntó Jose preocupado.
—Hacerlo desaparecer: le prenderé fuego, o lo espantaré con una de mis jugarretas, lo que sea. Pero lo importante es que nunca conozca a Paula, porque, si no, ya sé a quién va a terminar eligiendo Doña Perfecta.
—Tal vez la deberías dejar elegir… —comentó Daniel
despreocupadamente.
—¿Quieres tener de cuñado a Don Perfecto? —repuso Jose.
—¡Ni de coña! Bastante tengo con una remilgada en la familia, como para tener un clon suyo en masculino. ¿Os imagináis cómo serían sus hijos? Totalmente perfectos.
—¡Aquí nadie va a tener hijos con Paula a no ser que sea yo el padre! —gritó Pedro enfurecido.
—¡Vale! Mejor será que pensemos en algo —calmó Jose, que era la voz de la conciencia.
Después de varias horas en las que descartaron ahogarlo en el lago, enterrarlo vivo, mandarlo al Congo con los niños que pasan hambre u obligarlo a salir del pueblo a punta de escopeta, todas ellas espléndidas ideas aportadas por Pedro Alfonso el Salvaje, llegaron a la conclusión de que lo mejor era ocultarle a Paula la presencia de su tan esperado príncipe azul.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario